Desde siempre, los trastornos mentales han sido vistos por la sociedad como algo maligno y raro, tratando de loco a cualquiera que acude a un psicólogo. De este modo, aunque ha ido pasando el tiempo la psicología y la psiquiatría son disciplinas estigmatizadas por la población. Asimismo, cabe destacar que la desinformación y la ignorancia por parte de la población sobre los trastornos mentales contribuyen a esa constante connotación negativa hacia la psicología.
De hecho, la sociedad ha señalado y repudiado a los pacientes psicológicos/psiquiátricos desde hace muchos años. Los antiguamente llamados manicomios eran una forma aislar y contener a los enfermos mentales. Para que así, el resto de las personas consideradas “normales” pudieran vivir tranquilas en las ciudades.
En la actualidad las cosas han cambiado bastante, desde los colegios por ejemplo, donde se fomenta una escuela inclusiva, es decir, que incluya a niños de todas las características. No obstante, la gente habitualmente quiere estar alejada de los trastornos mentales y no quiere saber nada. Hay una especie de miedo, ignorancia o una mezcla de ambas en la sociedad que provoca que la gente no quiera relacionarse con gente que acude al psicólogo o al psiquiatra.
Puestos en perspectiva, ¿qué pasa si a mi hijo le diagnostican una enfermedad mental?, ¿qué hago?, ¿Qué pronóstico tiene?, ¿se curará?, ¿Cómo voy a aceptarlo yo, que siempre me he mantenido al margen de todo lo que tiene que ver con psicólogos y psiquiatras? Estas y muchas más son las preguntas que se suelen formular los padres que reciben los padres sobre sus hijos con un diagnostico psicológico o psiquiátrico. Nuestra experiencia nos dice que este tipo de diagnósticos son los más difíciles de aceptar. Tanto si se trata de un problema más o menos leve, como por ejemplo presentar sintomatología depresiva, como si se trata de un diagnóstico de mayor magnitud como por ejemplo de Trastorno del Espectro Autista (TEA) los padres tienen grandes dificultades en aceptarlo.
Fases en la aceptación de un diagnóstico
Desde que los padres reciben el diagnóstico de uno de sus hijos se suceden una serie de fases que suelen ser muy parecidas para todas las personas. Además, las fases en la aceptación de un diagnóstico son muy similares a las fases de un duelo, porque en cierto modo hay que hacer un duelo de cómo esperaban los padres que el hijo iba a ser para aceptar cómo es realmente.
Fase 1. No me lo creo.
La primera reacción ante el diagnóstico es de no creérselo, de tener miedo sobre lo desconocido. Ante este miedo, las personas suelen negar la realidad. Esta negación supone un mecanismo de defensa para cada uno de los padres que se preguntan si será verdad y en muchas ocasiones piden una segunda opinión por lo difícil que se les hace la aceptación.
Durante esta etapa los padres suelen no querer hablar del tema ni saber nada. Además, en ocasiones cuando hablan del problema minimizan las dificultades del hijo y lo tratan como si fuera algo pasajero.
Fase 2. ¿Por qué me pasa esto a mí?
Una vez se deja la negación del diagnóstico a un lado los padres suelen preguntarse por qué les ha pasado eso a ellos, que culpa tienen o cuáles han sido los desencadenantes para llegar hasta esta situación.
Esta etapa suele estar caracterizada por la presencia de sentimientos de rabia y enojo hacia todo el mundo. Seguramente también se buscan culpables de la situación: la pareja, el profesional por no haber hecho el diagnóstico antes, antecedentes familiares, a los hermanos…
Fase 3. Sentimientos de tristeza y culpabilidad
Una vez la rabia y el enojo pasan y la persona está más relajada aflora un sentimiento de tristeza. A los padres les da pena la situación en la que se encuentran y sufren por su hijo. Les da pena las dificultades que presenta y tienen muchas preocupaciones acerca de cómo va a ser el pronóstico.
Durante esta etapa que es la primera en la que los padres empiezan a estar más tranquilos, en ocasiones tienen sentimientos de culpabilidad, como si ellos fueran los responsables de lo que les sucede a su hijo. De este modo, a veces repasan todo lo que han hecho y buscan una justificación de la situación actual. Por ejemplo, “igual no le he educado de la forma correcta y por eso ha ocurrido esto” o “seguro que si le hubiera proporcionado una dieta alimentaria distinta esto no habría ocurrido”. Este tipo de pensamientos es habitual tenerlos pero resulta imprescindible poco a poco irlos dejando a un lado y no darles importancia.
Si la tristeza de los padres es muy intensa durante el día y dura muchos días seguidos puede ocurrir que entren en una fase de sintomatología depresiva intensa. En los casos en los que no remita por ellos mismos se recomienda acudir a un profesional.
Fase 4. Cojo las riendas de la situación
Esta fase se centra en una actitud proactiva de los padres en buscar soluciones. De este modo, comienzan a interesarse por el diagnóstico de su hijo, se informan y se familiarizan y buscan tratamientos a seguir. Así, en cierto modo los padres salen del agujero en el que se encontraban, poco a poco la vida vuelve a la normalidad y se buscan soluciones o cosas para mejorar la situación en la que estaban. Así, el equilibrio familiar vuelve y todo el mundo se calma.
¿Por qué cuesta la aceptación?
La aceptación cuesta principalmente porque los padres no suelen esperarlo y tan siquiera imaginarlo. Cuando tienes a un hijo lo aceptas como tal y a la vez aceptas todas sus rarezas, manías, forma de ser, etc. De este modo, al aceptarlo los padres también lo aceptan como si fuera algo normal, como si su comportamiento o estado anímico fuera el habitual de todos los niños. Durante años los padres forman esa idea de tener un niño bueno y “normal” y cuando se explica un diagnóstico psicológico o psiquiátrico esa normalidad se desvanece, se esfuma. Todo lo que habían considerado normal ahora es patológico y este giro tan inesperado de los acontecimientos, esta sorpresa que viene sin esperarla, ¿cómo se puede aceptar?
Consejos a la hora de aceptar un diagnóstico psicológico o psiquiátrico
- TIEMPO. Sí, lo ponemos en mayúsculas porque es una de las cosas más necesarias e importantes. Los primeros días tras la noticia son estresantes porque es algo impactante, la mayoría de gente suele estar en estado de shock varios días.
- Tu hijo sigue siendo el mismo. Te digan lo que te digan tu hijo no ha cambiado. Tu hijo antes del diagnóstico es el mismo que el de después de conocerlo. Los profesionales únicamente le han implementado una etiqueta diagnóstica para mejorar la coordinación entre profesionales y que todo el mundo sepa qué características tiene. El diagnóstico no pretende más que ayudar a tu hijo haciendo que la gente de su alrededor tenga conocimiento sobre cómo es y que así puedan ayudarlo del mejor modo.
- Nadie conoce mejor a tu hijo que tú. Aunque los profesionales te hayan dado una nueva información sobre tu hijo nadie lo conoce mejor que tú. Además, es posible que todo lo que te digan los psicólogos o psiquiatras no sea nada nuevo para ti ya que puedes haberlo observado con anterioridad. Quizás no le dabas demasiada importancia a esos aspectos pero tu seguro que conoces a fondo la forma de ser de tu hijo, y eso no es nada nuevo.
Cuándo existe una negación perjudicial del diagnóstico
En ocasiones puede ocurrir que aunque los padres conocen el diagnóstico de su hijo lo niegan o tienen poca conciencia de su déficit. ¿Cuándo ocurre eso? Cuando se minimizan las dificultades del niño o niña de forma permanente ,cuando se intenta que se comporte igual que los otros niños o cuando los padres se comportan como si no hubiera ningún problema. Tal y como se ha comentado antes el diagnóstico cuesta de aceptar y cada uno vive su proceso personal y tarda una cantidad de tiempo en hacerlo. No obstante, hay que ponerse un tiempo límite. No pueden ir pasando los años y que los padres sigan sin creérselo. En estos casos la pareja (madre o padre del niño o niña) si tiene más consciencia de las dificultades puede ayudar en el proceso de aceptación.
Por otro lado, también puede ocurrir que los padres tengan dificultad en gestionar las dificultades del niño. Puede ser que carezcan de herramientas necesarias para reconducirlo. En estos casos lo que recomendamos es que hablen con un profesional para que les proporcione pautas y herramientas para lograrlo.