A lo largo de la infancia y de la adolescencia, en numerosas ocasiones, surgen conflictos o problemas que causan una gran preocupación a los padres. No obstante, la mayoría de personas adultas no sabe con exactitud cuál es el momento o cuáles pueden ser motivos de peso para acudir a un psicólogo infanto-juvenil.
Antes de acudir al psicólogo…
Un aspecto de gran relevancia que debe tenerse en cuenta es que antes de acudir a ningún especialista debe comentarse el problema con la pareja o el cuidador y con los maestros de la escuela. Esto servirá para contrastar la información que ya tenemos con la de otras personas que también están en contacto con el niño. Así, se obtendrán diferentes puntos de vista sobre el conflicto y se perderá la posible subjetividad que se pueda estar teniendo.
Con la recogida de opiniones sobre el problema se deberá determinar si éste se da únicamente con alguna persona concreta o si por el contrario se da con todas las personas por igual. Además, también se podrá especificar si el problema se da ante un contexto determinado o en varios ambientes (casa, colegio, etc.)
¿Cuándo se debe buscar ayuda?
Generalmente, debe buscarse ayuda siempre que exista algún aspecto del hijo que preocupe a sus padres o profesores de la escuela. Sin embargo, resulta importante saber diferenciar si se trata de una simple fase del desarrollo o por el contrario, si se trata de algo relevante que está obstaculizando su día a día y su correcto desarrollo.
Resulta preciso buscar ayuda cuando el niño no funciona bien en su día a día o en alguno de los principales contextos, que son la casa y el colegio.
Señales de alerta
Resulta muy importante conocer y tener presentes las señales de alerta ya que éstas indicarán cuando el niño requiere ayuda. Una vez hayan sido detectadas una o más señales de alerta debe plantearse la importancia del problema y la posibilidad de acudir a un profesional. Algunas señales de alerta son las nombradas a continuación. No obstante, cada niño y adolescente es único y puede desarrollar muchos otros problemas aquí no nombrados.
- Retrasos o dificultades en el lenguaje
- Problemas de conducta: rabietas, desobediencia, violencia, agresiones, comportamientos inadecuados, ira excesiva, etc.
- Episodios de tristeza excesiva, llanto ininterrumpido, bajo estado de ánimo
- Desinterés por cosas que antes le gustaban
- Disminución o aumento del apetito
- Problemas relacionados con el sueño: pesadillas, insomnio, despertares frecuentes, somnolencia excesiva, etc.
- Dificultad en el control de los esfínteres
- Disminución o bajo rendimiento escolar
- Timidez excesiva
- Absentismo escolar
- Hiperactividad
- Dificultades en prestar atención
¿A dónde debo dirigirme?
Una vez los padres han detectado que existe un problema serio, suelen dudar a la hora de decidir a dónde dirigirse. Eso dependerá del tipo de problema que esté sufriendo el niño en ese momento.
En caso de tener dudas, se puede acudir en primer lugar al pediatra y explicarle la situación problemática. Él puede aconsejar y derivar, en caso de que sea necesario, al profesional más adecuado.
En el caso de que se quiera obtener más información sobre las características del problema, puede se puede organizar una reunión con el tutor o tutora del niño en la escuela.
Asimismo, también resulta una buena opción acudir desde el primer momento a un psicólogo infanto-juvenil al que se le pueda explicar la situación, los aspectos más notables que preocupan a los padres, las dudas que se tienen sobre la situación problemática, etc. El psicólogo, una vez haya recogido la información sobre la situación explorará en profundidad y evaluará al niño o adolescente y propondrá ciertas pautas educativas, tratamiento o tipos de terapia que pueden ser útiles en ante este tipo de problemas o situaciones.