Desde hace aproximadamente un par o tres de años ha surgido una nueva tendencia entre los jóvenes de la actualidad y ésta es lesionarse a sí mismos. Aunque pueda parecer extraño, o hasta para algunos, absurdo se ha convertido en uno de los mayores problemas en el ámbito de la salud mental de los últimos años.
Este fenómeno hace eco de un profundo malestar presente en muchos jóvenes y que ha sido mal encauzado. Dicha problemática se comenzó a detectar en los hospitales. Concretamente en el Hospital San Juan de Dios de Barcelona, el 47% de los niños ingresados durante el año 2015 manifestaban conductas autolesivas.
¿Por qué se lesionan a sí mismos?
Uno de los aspectos fundamentales del fenómeno es entender porque lo hacen, porque se hacen daño a sí mismos. Estos jóvenes manifiestan su malestar emocional a nivel conductual. Con frecuencia, los jóvenes reconocen que se autoinflingen dolor para olvidar el dolor emocional que sienten. Es decir, haciéndose daño físico consiguen reducir el malestar emocional que padecen. Así, lo que vemos es que estos jóvenes buscan una forma errónea de canalizar su dolor, sus conflictos y sus problemas.
Un aspecto importante que hay que tener en cuenta es que, mayoritariamente, estos jóvenes no buscan llamar la atención de los demás y que todos los de su alrededor estén pendientes de él o ella sino que son jóvenes que carecen de estrategias de resolución de problemas y éste es el único modo que han encontrado para minimizarlos.
¿Qué tipo de autolesiones son las más frecuentes?
Las autolesiones que se hacen los jóvenes así mismos con mayor frecuencia son: arañarse, quemarse y cortarse. Los lugares del cuerpo donde realizan estos daños habitualmente son los brazos, las piernas y el vientre. A menudo buscan ocultarlo y que pase desapercibido, por eso escogen esas partes del cuerpo.
Los daños que se realizan son de forma voluntaria e intencionada.
¿Qué pueden hacer los padres al respecto?
En primer lugar, resulta necesario resaltar que ante una conducta autolesiva se recomienda acudir a algún especialista (psicólogo o psiquiatra) para que realice un análisis exhaustivo del caso y pueda aportar las pautas individualizadas correspondientes. Una vez hecho esto, es importante que los padres no regañen a sus hijos por este tipo de conductas. El objetivo es hablar con ellos y descubrir la fuente de su preocupación y su malestar. Puede que el chico o chica no quiera hablar de ello o que no sepa cómo hacerlo. Por ese motivo es importante no obligarlos a hablar ni forzar la situación. Ellos deben saber que pueden contar con sus padres cuando lo necesiten.
Fortalecer el vínculo padre o madre-hijos también resultará beneficioso tanto para solventar el problema como para restablecer el equilibrio familiar.
A pesar de ello, la mejor forma de solucionar es prevenir. Por el contrario, una vez uno ya se encuentra en esta situación lo que es imprescindible para solucionar el problema es buscar el verdadero origen, el problema de fondo.
Diferencias con las conductas suicidas
La similitud que tienen ambos tipos de conductas es que buscan el fin del dolor, acabar con el malestar emocional de la persona. No obstante, mientras que las personas con ideas suicidas lo que buscan es acabar con su vida, y así poder acabar con el dolor, las personas que se autolesionan desean vivir, pero quieren apartar el malestar durante un rato y el dolor físico les permite hacerlo.
La conversión en un fenómeno social
Uno de los aspectos que más caracteriza esta conducta es su difusión a nivel social, es decir, que es una idea que se transmite entre los jóvenes ya sea cara a cara explicándolo o mediante las redes sociales (fotos, etc.). Lo que ocurre con las redes sociales, por ejemplo, es que permiten una mayor difusión de este tipo de comportamientos ya que si escribes en Instagram el término autolesión, aparecen cantidad de fotos de heridas sangrantes con comentarios incluidos.