En ocasiones, los niños y niñas necesitan unos esquemas pautados para modificar su comportamiento. Esto sucede sobre todo con niños y niñas impulsivos que tienden a reaccionar y actuar antes de pensar. Por ese motivo existen numerosas técnicas de autocontrol. La técnica de la que hablamos hoy se llama la técnica de la tortuga.
¿En qué consiste?
- Cuento. La primera fase de la técnica consiste en leer el cuento de la tortuga con el niño o niña y hablar sobre lo que le sucede a la tortuga, que opiniones tiene cada uno e intercambiar puntos de vista.
- Reconocer las emociones. Es crucial que el niño o niña aprenda a reconocer sus propias emociones. El objetivo es que el niño aprenda a ver cuándo está enfadado o cuando está rabioso para poder parar y ejecutar la técnica de la tortuga
- Parar. Una vez que se ha reconocido la emoción conflictiva que se siente el niño o niña debe aprender a parar para proceder a meterse en el caparazón y hacer las respiraciones.
- Respiraciones. En la segunda fase le enseñamos al niño o niña a meterse en el caparazón, lo que sería agacharse y acurrucarse metiendo la cabeza entre las rodillas de cara hacia al suelo y mientras estamos así debemos contar hasta el número diez haciendo una respiración en cada número. Siempre deberá ser concretado que el objetivo de dichas respiraciones es la relajación. Al principio puede hacerlo el cuidador, para que el pequeño vea cómo se hace y luego pueden proceder a hacerlo juntos. Es importante que el progenitor recalque que es importante respirar despacio. No sirve de nada que los niños y niñas se pongan a respirar rápido contando hasta 10, más bien es contraproducente para ellos ya que pueden quedarse sin oxígeno con mayor facilidad. Resumiendo, en esta fase primero deben acuclillarse y hacer como si se metieran en el caparazón de la tortuga y luego realizar las respiraciones.
- Pensar la solución. Si el niño o niña está aplicando la técnica de autocontrol de la tortuga es porque se ha puesto nervioso o se ha enfadado y necesita tranquilizarse. Una vez ya haya logrado entrar en su caparazón y relajarse deberá encontrar la mejor solución a sus problemas. Para ello es necesario que el niño piensa algunas alternativas de soluciones y que escoja la más adecuada.
¿Qué mecanismos psicológicos actúan en dicha técnica?
En cuanto a los mecanismos psicológicos que actúan en la técnica de la tortuga para lograr el autocontrol son varios. En primer lugar, el cuento es didáctico y implica la escucha activa durante un buen rato. Este hecho facilita el desarrollo de la atención sostenida. En segundo lugar, la fase de reconocer emociones es de vital importancia no solo para gestionar los conflictos sino porque forma parte de las habilidades sociales, tanto reconocer las emociones propias como las de los demás. Por otro lado, el hecho de saber autotranquilizarse mediante las respiraciones es muy útil en todo tipo de situaciones y es una técnica de relajación que el niño o niña también podrá emplear en el futuro. Esta técnica de relajación es una forma de mindfulness, no se trata de dejar la mente en blanco (porque no se puede) sino que se trata de en lugar de que los niños piensen en la situación que les ha hecho enfadar que piensen y se concentren en las respiraciones y dejen todo lo demás. Por último, el hecho de buscar soluciones favorece que el niño o niña sea resolutivo y se ocupe de sus propios problemas. La técnica de resolución de problemas es útil también durante la vida adulta así que si ya la integra durante el periodo infantil le será más fácil usarla en el futuro. Implica que el niño desarrolle su metacognición y valore una serie de alternativas como soluciones. Así, también favorece la seguridad en sí mismo y el desarrollo del poder de decisión.
El cuento de la tortuga
En una época remota vivía una tortuga joven y elegante. Tenía (años de la edad de la clase o del niño) años de edad, y justo entonces, había comenzado la enseñanza primaria. Se llamaba Tuca.
A Tuca no le gustaba acudir a la escuela. Prefería estar en casa con su mamá y su hermanito. No quería estudiar los libros del colegio ni aprender nada; sólo anhelaba correr mucho y jugar con sus amiguitos, o pintar su cuaderno de dibujo con lápices de colores.
Era muy pesado intentar escribir las letras o copiarlas del encerado. Sólo le agradaba retozar y reírse con sus compañeritos –y pelearse con ellos también-. No le daba la gana de colaborar con los demás. No le interesaba escuchar a su maestra ni detener esos sonidos maravillosos, como de bomba contra incendios zumbando con estrépito, que acostumbraba a hacer con la boca. Era muy arduo para ella recordar que no debía pegarse ni meter ruido. Y resultaba muy difícil no volverse loco delante de todas las cosas que ella hacía como si lo estuviese ya de verdad.
Cada día, en su camino hasta la escuela, se decía a sí misma que iba a esforzarse en todo lo posible para no incurrir en jaleos durante esa jornada. Sin embargo, a pesar de ello, siempre enfurecía a alguno cotidianamente y se peleaba con él, o perdía la razón porque cometía errores y empezaba a romper en pedazos todos sus papeles. Se encontraba así metida constantemente en dificultades, y sólo necesitaba unas pocas semanas para estar hastiada por completo del colegio. Empezó a pensar que era una tortuga “mala”. Estuvo dándole vueltas a esta idea durante mucho tiempo, sintiéndose mal, muy mal.
Un día, cuando se hallaba peor que nunca, se encontró con la tortuga más grande y más vieja de la ciudad. Era una tortuga sabia, que tenía 200 años de edad y un tamaño tan enorme como una casa. Tuca le habló con voz muy tímida, porque estaba muy asustada. Pero la tortuga vieja era tan bondadosa como grande y estaba deseosa de ayudarle.
—¡Hola! —Dijo con su voz inmensa y rugiente— Voy a contarte un secreto. ¿No comprendes que tú llevas sobre ti la respuesta para los problemas que te agobian?
Tuca no sabía de qué le estaba hablando.
—¡Tu caparazón! ¡Tu caparazón! —le gritó la tortuga sabia, y continuó exclamando— Para eso tienes una coraza. Puedes esconderte en su interior siempre que comprendas que lo que te estás diciendo o lo que estás descubriendo te pone colérica. Cuando te encuentres en el interior de tu concha, eres capaz de disponer de un momento de reposo y descifrar lo que has de hacer para resolver la cuestión. Así pues, la próxima vez que te irrites, métete inmediatamente en tu caparazón.
A Tuca le gustó la idea, y estaba llena de avidez para probar su nuevo secreto en el colegio.
Llegó el día siguiente, y ella cometió de nuevo un error que estropeó su hoja de papel blanco y limpio. Empezó a experimentar otra vez su sentimiento de cólera y estuvo a punto de perder la compostura, cuando recordó de repente lo que le había dicho la tortuga vieja. Rápido como un parpadeo, encogió sus brazos, piernas y cabeza, y los apretó contra su cuerpo, permaneciendo quieta hasta que supo lo que precisaba hacer. Fue delicioso para ella encontrarse tan cauta y confortable dentro de su concha, donde nadie podía importunarle. Cuando salió fuera, quedó sorprendida al ver a su maestra que la miraba sonriente. Ella le dijo que se había puesto furiosa porque había cometido un error. ¡La maestra le contesto proclamando que estaba orgullosa de ella!
Tuca continuó utilizando este secreto a lo largo de todo el resto del curso. Al recibir su cuartilla de calificaciones escolares, comprobó que era la mejor de la clase. Todos la admiraban y se preguntaban maravillados cuál sería su “secreto mágico”.