Desde hace innumerables siglos la especie humana ha evolucionado desarrollando determinadas características con el fin de lograr la supervivencia. Por este motivo, los niños ya nacen predispuestos a cubrir determinadas necesidades: fisiológicas, de protección ante el peligro, de jugar y de establecer vínculos afectivos entre otras. El establecimiento de los vínculos afectivos ya forma parte del proyecto del recién nacido. Si el niño consigue establecer un apego fuerte y seguro será capaz de mantener relaciones saludables en un futuro. Si por el contrario existe una ausencia de apego, o éste es muy pobre, en fases posteriores (adolescencia o adultez) el niño probablemente sufrirá carencias emocionales.